La rotura de un oleoducto privado en una región montañosa de la Amazonía de Ecuador, que generó el pasado viernes un derrame aún no cuantificado de crudo, reanudó una larga telenovela de los pasivos ambientales provocados por la industria petrolera en esa selva considerada como un pulmón del mundo.
El peligro de que el vertido de petróleo derramado por la rotura del Oleoducto de Crudos Pesados llegue a fuentes de captación de agua o al caudaloso río Coca, es la tarea principal de las entidades públicas y privadas involucradas en el trabajo de reparación, remediación y limpieza del área afectada.
El consorcio OCP-Ecuador, que opera el oleoducto, aseguró que la rotura de su tubería se debió a la caída de rocas sobre la infraestructura, que derivó en el derrame, ampliamente difundido a través de redes sociales por habitantes de la zona que han expresado su frustración por la recurrencia de este tipo de sucesos.