El primer ministro británico, Boris Johnson, avisó este domingo de un endurecimiento de las restricciones mientras se ultiman los preparativos para intensificar el programa de inmunización con la vacuna de Oxford/AstraZeneca para combatir una pandemia que alcanza niveles sin precedentes en este país.
Desde hace varias jornadas el ministerio británico de Sanidad arroja cifras alarmantes de contagios por covid-19 en el Reino Unido. Números que no bajan de 50.000 casos diarios -otros 54.990 en las últimas 24 horas- en tanto que los hospitales temen colapsar y se superan los 74.500 muertos desde el inicio de la crisis.
El país está sujeto a un “durísimo” sistema de cuatro niveles de restricción -siendo el cuarto, donde se sitúa Londres, el más severo- en el que, entre otras prohibiciones, se vetan encuentros sociales en interior, y se imponen rígidas directrices que afectan drásticamente a la hostelería y al comercio, al abrir solo locales esenciales.
En una entrevista con la BBC, el líder tory se negó hoy a “especular” y concretar cómo variarán exactamente las normas, que podrían aplicarse “en las próximas semanas” aunque sí mencionó que contemplarían “claramente, el cierre de colegios”.
ESPERANZA EN LA INTRODUCCIÓN DE UNA SEGUNDA VACUNA
Un panorama negro, iluminado parcialmente por la perspectiva de cambios. La aprobación del compuesto ideado por la Universidad británica, que se unirá a la vacuna ya en circulación -desde diciembre- de Pfizer/BioNTech genera esperanza entre la población.
Los hospitales nacionales empezaron este sábado a recibir los primeros lotes del total de 530.000 dosis disponibles del segundo preparado, que empezarán a ser inoculadas mañana en cientos de instalaciones habilitadas por todo el país.
George Findlay, responsable de la Fundación de Hospitales Universitarios Brighton and Sussex, confía en que esto actuará como inyección de “confianza” para que los sanitarios, al borde de la extenuación, sigan desempeñando su trabajo.
El programa empezó hace un mes con el compuesto de Pfizer/BioNTech, cuya distribución entraña dificultades ya que ha de ser almacenado a menos de 70 grados de temperatura, frente a la de Oxford, que puede conservarse a temperatura ambiente y es barata.
Las autoridades sanitarias son ahora partidarias de que entre la primera y la segunda dosis de ambas vacunas se deje un intervalo de unas doce semanas, en lugar de los 21 días recomendados inicialmente en el caso del preparado de Pfizer.