- El arzobispo Francisco Ozoria llamó a vivir una vida sencilla y humilde, como Jesucristo
El Domingo de Ramos es un día importante para los cristianos. Cientos de personas se reunieron en la catedral de Nuestra Señora de la Encarnación, en la Zona Colonial, para celebrar la misa que recuerda la entrada de Jesús a Jerusalén y da inicio a la Semana Santa.
Se acercaban las 12:00 p.m y poco a poco los fieles fueron llegando a la catedral. En el exterior, algunos fueron cogiendo los ramos que la iglesia ofrecía. Otros los traían de sus casas. A las 12:00 p.m en punto empezó la clebración. La ceremonia inició en el exterior, todo los presentes con su palma en alto. Allí, el arzobispo Francisco Ozoria dio la bienvenida a los fieles y bendijo las palmas con agua bendita. Luego, tras una primera lectura, las cientos de personas entraron a la catedral en procesión para continuar con la misa.
En su homilía, el arzobispo Francisco Ozoria hizo una reflexión sobre la primera lectura, la que habla de la entrada de Jesús en Jerusalén. «Él, siendo rey, quiso entrar en un burrito. Lo normal sería que un rey fuera con un caballo, pero él entró en un burrito: la humildad encarnada», expresó.
Con esta mención al evangelio, quiso dar un mensaje claro a los fieles: «Nosotros debemos seguir a Cristo con la misma actitud que él tuvo. Él nos invita a seguirlo con actitud de humildad y sencillez«, comentó.
Además, hizo incapié en que llevar una vida sencilla no es fácil. «El mundo en el que vivimos nos lleva a un camino de soberbia, orgullo, grandeza. Jesús nos llama a la sencillez, así es como vivió entre nosotros», finalizó.
De esta forma, con ánimos de vivir la Semana Santa, y la vida, de una forma humilde y sencilla, los cientos de fieles que se acercaron a la catedral de Nuestra Señora de la Encarnación dieron inicio a la Semana Santa.
La importancia de la Semana Santa
Del 24 al 30 de marzo de este 2024, la semana recuerda los últimos momentos de Cristo en la Tierra. Los últimos y, quizá, los más importantes y trascendentes. La pasión, la muerte y su resurrección.
La Semana Santa inicia con el Domingo de Ramos, es decir, la llegada de Jesús a Jerusalén. Luego se celebra el lunes, martes y miércoles santo. El jueves se va a recordar la Santa Cena del Señor, aquella en la que anunció que uno de sus discípulos le traicionaría. Ese mismo jueves, Jesús será apresado. El Viernes Santo se celebrará la pasión y muerte del Señor, es decir, cuando fue crucificado. Posteriormente, el Sábado de Gloria. Por último, el Domingo de Resurrección, el día más importante de todos, en el que Cristo resucita de entre los muertos.
La resurrección de Cristo es probablemente el hecho más importante de la vida de Jesús y del cristianismo. Si Jesús no hubiera regresado de entre los muertos, habría perdido el sentido su condición de hijo de Dios, tampoco se habría producido su ascención al cielo. La resurreción de Cristo es importante porque valida que Jesús afirmó ser el Hijo de Dios. Además, también valida las profecías del Antiguo Testamento que predijeron el sufrimiento y la resurreción.
Es por esto que la Semana Santa es tan importante: porque se recuerdan los últimos momentos de Jesús. Cuando sufrió y dio la vida para salvar a todas las personas. Es una fecha clave para todos los creyentes.
Tras la homilía del arzobispo Francisco Ozoria, los fieles empezaron a rezar el Credo: «Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó entre los muertos…«.
El Credo, la oración que reafirma la importancia de la Semana Santa, una semana que es clave en la fe católica y que, de una forma alegre y en comunidad, dio inicio en la catedral de Nuestra Señora de la Encarnación.