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La escritora y filóloga española Irene Vallejo reflexionó sobre la presión estética que enfrentan las mujeres desde niñas y cómo esa carga condiciona sus vidas.
Durante su participación en el Desayuno de Listín Diario, Vallejo, de 46 años, señaló que desde temprana edad se enseña a las niñas que su valor también depende de su apariencia física. Explicó que este mensaje está mucho más presente en la educación femenina que en la masculina, y que la sociedad sigue insistiendo en que una niña “tiene que estar guapa, peinarse, vestirse bien” y cuidar su imagen como parte esencial de su identidad.
Para la escritora, quien recibió el martes el título de doctora honoris causa de la Universidad APEC, en Santo Domingo, esta idea deja consecuencias profundas que acompañan a las mujeres a lo largo de su vida. Uno de los efectos más visibles, dijo, aparece en la adultez, cuando muchas comienzan a sentir que socialmente “ya no cuentan” o que se vuelven “invisibles”.
Vallejo describió esta etapa como un momento en el que se intensifican las presiones frente al envejecimiento, reforzadas por mensajes que recuerdan que la belleza es pasajera y debe “aprovecharse” antes de perderla.
En su reflexión, señaló que estas ideas generan una especie de carrera contrarreloj.
“Hay un condicionamiento a lo largo del tiempo. Suele manifestarse con mucha prisa: tienes un florecimiento y tienes que aprovecharlo, porque luego irás perdiendo belleza y atractivo físico, y con eso disminuirán tus herramientas”, explicó durante el encuentro encabezado por el director del diario, Miguel Franjul.
Por ello, afirmó, resulta “muy difícil” aprender a desenvolverse en una sociedad que envía constantemente estos mensajes.
Vallejo también abordó los límites difusos entre la libertad personal y las imposiciones externas. Comentó que muchas veces es complicado distinguir si una mujer se viste o se muestra de cierta manera por decisión propia o porque el entorno la empuja a cumplir expectativas ajenas.
Como ejemplo, citó el caso de cantantes que aparecen muy sexualizadas en los escenarios, y planteó la pregunta de si se trata realmente de una elección libre o de una exigencia del mercado para atraer público.
“Todo eso son dilemas difíciles de resolver en el caso de cada mujer. Y allí también hay un aprendizaje”, subrayó.
La autora añadió que esta presión proviene, además, de industrias como la de la cirugía estética, que alimentan la disconformidad con el propio cuerpo y con el paso del tiempo. Reconoció que muchas mujeres aún luchan internamente con esa incomodidad y que queda un largo camino para aprender a reivindicar otras formas de ser miradas y valoradas.
“Eso todavía es algo que no hemos resuelto muchas mujeres en nuestro interior: tenemos que ir madurándolo y aprendiendo a reivindicar que nos miren de otra manera, que no nos juzguen”, afirmó.
Vallejo insistió en la necesidad de romper con la idea de que mostrar el cuerpo es una vía para alcanzar ciertos logros, pues ese mensaje —dijo— es equivocado y fomenta una recompensa injusta. Aseguró que el talento debe estar por encima de la apariencia física y que cuidar la imagen puede ser parte de la vida, pero nunca una obligación.
“Se trata de que se valore el talento, al margen de la apariencia física. Por supuesto, todos intentamos cuidarnos y tener el mejor aspecto posible, pero no debe convertirse en una imposición”, añadió.
La escritora recordó que esta discusión no es nueva. Mencionó a filósofas como Susan Sontag, quienes reflexionaron sobre la relación entre la edad, la belleza y el valor otorgado a las mujeres.
“Sontag intenta convencer a las mujeres de que no se sientan menos valiosas por la edad o por la apariencia física, que aprendamos”, señaló.
Incluso citó al escritor romano Ovidio, quien en El arte de amar aconsejaba:
“Si quieres que te amen, tienes que cultivar otras cualidades, porque las físicas serán pasajeras”.
Y añadía: “Si quieres ser amada, tienes que ser amable; tienes que hacerte amar cuidando en el jardín otras plantas que no sean solo las flores femeninas